La leyenda de las flores de cerezo.

Hola

Llega la Navidad. 
Hoy os dejo un cuento japonés precioso. Narra la
leyenda de los Sakura o flores de cerezo  (prunus serrulata). Lo mismo hay suerte y nos
toca la lotería y podemos ir a ver como florecen.

Sakura, era una joven japonesa de mirada
inquieta que vivía feliz mente casada con su esposo Makoto, vivían en la región
de Yoshino, en un pequeño pueblo llamado Hitome Senbon. Sakura y Makoto se
conocieron a escasas semanas de su enlace, pues los padres de ambos habían
acordado que cuando sus hijos cumplieran la edad de 20 años, se casarían como
unión de las dos familias.

Cierto día el imperio japonés mando
reclutar a los mejores samuráis sin importar su edad, ni lo viejos que eran.
Una mañana, con la salida del sol, un enviado de la guardia real, llamo a la
puerta de la casa de la pareja solicitando la presencia de Makoto en el
ejército real, por lo que Makoto tenía que marchar a la guerra.


Sakura no le amaba, pero entristeció al saber la noticia, el iba a marcharse y
a dejarla sola, jamás había estado sola, ni siquiera cuando era una niña y sus
padres partían a recoger seda.

A la mañana de partir, Makoto le regalo a
Sakura una simiente de un peculiar árbol llamado cerezo y partió con los demás
con la promesa de que regresaría antes de que el cerezo empezara a tener
flores.

Fueron los días mas largos que ella había
conocido, se sentía muy sola, y los días se transformaron en meses, y los meses
en años. Pero ella, todas las mañanas al despertar el sol, salía a ver como
cada día, el blanco de las flores, abrigaba cada vez mas al cerezo. Sakura
acepto, que Makoto jamás regresaría. 

Un día, llego un muchacho al pueblo en
busca de trabajo. Setsu, que así era como se llamaba el joven, paso delante de
la casa de Sakura, y vio como el gran árbol blanco se alzaba entre la maleza
del jardín de la casa, por lo que decidió entrar y prestar sus servicios como
jardinero. Cuando Sakura vio a Setsu, no pudo evitar sentir como su mirada se
clavaba en el fondo de sus ojos y no pudo gesticular mas palabras que “No tengo
mucho con lo que pagarte, pero puedo ofrecerte comida aparte de un pequeño
sueldo si es que precisas mucho del trabajo”. Setsu acepto, por lo que a la
mañana siguiente, antes de que la niebla pudiera diluirse del aire, el joven
muchacho comenzó a trabajar en el jardín. 

Los dos pasaban mucho tiempo juntos, ya
que ella también colaboraba en el mantenimiento del jardín. Pasaban largas
horas hablando y riendo, compenetraban muy bien, y poco a poco fueron
enamorándose el uno del otro hasta que Setsu un día, mientras descansaban bajo
del cerezo, aparto de la cara de Sakura un pequeño mechón que tapaba los
grandes ojos de la muchacha y le robo un beso.
Sakura quedo ruborizada en un principio, pero no aparto sus labios de los de
Setsu, ya que descubrió en aquel mismo instante, que el pequeño hormigueo que
sentía en su estomago cada vez que Setsu la rozaba, era amor.

Pasaron la mejor primavera que los dos
jamás habían pasado, les encantaba sentarse al sol bajo el cerezo en flor y ver
como las mariposas y los pajarillos volaban entre las flores. Sakura amaba a
Setsu como nunca antes había amado a nadie, le encantaba la forma en la que el
acariciaba su pelo y la forma en que la miraba cada mañana al despertar, era
tremendamente feliz.

Una tarde, vieron como un caballo paraba
en el patio de su casa, y como un hombre alto y robusto se acercaba a ellos,
Makoto había regresado de la guerra.



Makoto al descubrir la traición de su mujer, decidió acabar allí mismo con la
vida de ambos, a los pies de el cerezo que un día había regalado a su amada
esposa. Fue tanta la rabia con la que Makoto usó su espada, que se creo un gran
río rojo que tardo horas en desaparecer bajo la tierra.

Llego el Otoño, el gran cerezo empezó a
perder sus flores y con la llegada del gélido invierno, las tristes ramas de
aquel pelado árbol quedaron heladas. Un buen día, Makoto decidió que al
comenzar la primavera, antes de que floreciera el árbol, lo talaría, pues cada
vez que lo miraba, le recordaba a Sakura, y lo que era aun mas doloroso, a
Sakura en los brazos de Setsu.

Al primer día de primavera, cuando la
tenue luz del sol se filtró entre las nubes y bañó sus delicados pétalos, el
árbol emitió un resplandor entre rosáceo y blanquecino. Makoto se acerco
asombrado a los pies del inmenso árbol, pues las pequeñas flores que habían
brotado del las ramas del árbol a diferencia de las demás primaveras, estas
eran rosas. Makoto quedo prendado del color de estas de tal modo que decidió no
talar el árbol y mantenerlo en su jardín.

Cuenta la leyenda, que a partir de que el
amor de Sakura y Setsu fuera culminado frente al majestuoso cerezo, este que
había vivido el romance a sus pies, absorbió tristemente el amor de estos
mediante sus raíces y comenzó a tornar sus flores rosas para mantener vivo su
espíritu y que Sakura y Setsu vivieran eternamente su amor.

“Dado que las flores del cerezo caen tras
una breve floración, se han convertido sin duda en el icono de la belleza
efímera de la vida” y yo añadiría también icono de la belleza silenciosa.

Ya se sabe : “cuanto mas vacía está
la carreta, mayor es el ruido que hace
”.


La mayoria de las fotos son del festival
de Sakura que se celebra todos los años en el Parque del Castillo de Takato.

Saludos cordiales
Beti Andrés
 

Beti Andrés

Estudié Biología en la Universidad del País Vasco EHU-UPV. Muy pronto me enamoré de los Bonsáis y quise  trabajar , viajar y  aprender todo lo posible de los grandes maestros del bonsái. Y ahora, 30 años después, sigo aprendiendo y compartiendo todo lo que sé sobre cuidado y diseño de bonsáis. Desde Bonsai Center Sopelana colaboro con grandes maestros y a la vez amigos como Manuel Germade , Taiga Urushibata, entre otros.

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